
Jesús es compasivo y misericordioso, pero a sus Apóstoles todavía les faltaba aprender de Él. Podían ver el problema de la multitud hambrienta y analizar perfectamente la situación, porque también ellos tenían hambre, ya era tarde, estaban cansados, en un despoblado, pero para ellos lo más fácil era que cada quien resolviera su problema como pudiera
Los Apóstoles actuaron como nosotros, cuando muchas veces rezamos, dándole instrucciones a Dios de lo que debe hacer. El Maestro da la desconcertante solución: “Denle ustedes de comer”… Parece una petición absurda, porque a la falta de comida se sumaba la falta de dinero para semejante compra. Pero Jesús sabe lo que pide, le basta lo poco que podemos dar, sólo necesita corazones generosos, discípulos que crean en su Palabra, que estén dispuestos a desprenderse de sus “cinco panes y dos peces”, porque Dios quiere hacer los milagros con nosotros.
Las multitudes seguían a Jesús porque necesitaban sanar sus enfermedades y alimentar el cuerpo, pero Jesús primero les alimenta el alma, porque quiere darles el alimento que no perece. El milagro de la multiplicación de los panes será luego el Gran Milagro de la Eucaristía, donde el hombre ofrece pan y vino y en las manos del sacerdote Dios lo transforma en su cuerpo y sangre, Pan de vida eterna.
El alma bien alimentada con el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía, es compasiva y misericordiosa, dispuesta a escuchar y darse a si misma para multiplicar milagros con Jesús.
Si compartes y repartes, eres parte del milagro. Recuerda que Jesús trabaja en equipo.
Ina OP
Evangelio del Domingo 17°ord – B (Jn 6,1-15)
