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Parece que San José está solamente en los misterios gozosos del Rosario. Es evidente que en cada uno de ellos está muy presente como padre y custodio del Hijo de Dios y de su Madre la Virgen María. En los misterios de la infancia de Jesús, se transparenta la santidad de san José, esa fe que le hizo recibir a María, confiar plenamente en la palabra de Dios, aceptar totalmente su misión, ser valiente para defender a la Sagrada Familia, cumplir fielmente la ley de Dios, vivir como emigrante, trabajar muy duro cada día, educar a Jesús, ser modelo de padre y esposo, sabiendo que Dios Padre le había confiado los más grandes tesoros.
Este padre, que experimentó las alegrías, las tristezas y angustias de la Familia, fue el que mejor conoció a Jesús y a María, el que más escuchó sus palabras, el que vivió y murió con ellos. Por eso en cada misterio del Rosario está presente, desde su silenciosa compañía, porque en el Rosario meditamos la Palabra de Dios, desde la sencillez y la humildad. Él intercede para que recemos el Rosario porque sabe que eso hace feliz a María, sabe lo importante que es amar a la Madre que nos lleva a Jesús, conoce nuestras necesidades porque es padre y custodio de la familia, sabe los peligros que nos acechan porque es el protector de la Iglesia. Está presente en cada Misterio de su hijo y actúa en los misterios de nuestra vida por la comunión de los santos.
Desde el lugar de los justos San José acompañó a su hijo a anunciar el Reino de Dios, lo vio hacer milagros portentosos, y sin duda acompañó a La Madre Dolorosa y su hijo en los momentos dolorosos de la Pasión. En los Misterios de gozo, luz, dolor y gloria se asoma para enseñarnos a ser dóciles a la acción del Espíritu Santo, dejando que nos mueva y nos inspire como a él. ¡Cuántas Avemarías habrán salido de los labios silenciosos de San José! ¡Cuánta gloria y bendiciones a Dios Padre! ¡Cuántos misterios de salvación unido a Jesús y María!
No hay Rosario sin San José porque en el cielo y en la tierra nunca se separó la familia. El Rosario es invitación de María y no hay deseo de María que José no trabaje por lograr. Jesús, José y María van de la mano con el Rosario y nos acercan a su corazón con la fuerza de la oración. Misterio del amor que nos une a Dios para siempre.
¡San José bendito, ruega por nosotros!
Ina o.p.