
¿Cómo se puede asombrar alguien porque Jesús camine sobre las aguas si para Dios nada hay imposible? Dios es el creador de todo lo visible y lo invisible y hace desde los milagros cotidianos que pasan desapercibidos hasta los portentos más llamativos y espectaculares. Lo que sí parece increíble es que quiera contar con nosotros para que le ayudemos, lo insólito es que, conociendo nuestra debilidad humana, Jesús nos confíe la evangelización; lo maravilloso es su misericordia sin límites, que nos da la mano y nos sostiene a pesar de nuestras dudas y traiciones.
Jesús confía en nosotros, pero lo bueno tiene grandes exigencias y el plan de trabajo de Jesús no parece nada fácil, después de la intensa actividad evangelizadora del día, explicando la Palabra, sanando y alimentando cuerpos y almas, Jesús se retiró a orar, a conversar con Dios Padre, buscaba el descanso del alma que necesitaba para recargar fuerzas y continuar. Es el modelo perfecto de lo que debe ser la acción misionera, esa combinación de evangelización y promoción humana, sostenidas por la oración, en el abandono total a Dios, reconociendo que la Obra es de Él.
El tema de Jesús es la FE, quiere que creamos en su Palabra, y sólo a partir de la fe realiza los milagros. Es una constante en el Evangelio: NO TENGAN MIEDO, CREAN EN MÍ. Pero a veces el cansancio nos agobia, vemos todo negro sin solución y el miedo nos hace ver fantasmas y hasta dar gritos de terror como los apóstoles. La tempestad de la vida nos estremece y el agua nos llega al cuello y sentimos que nos hundimos porque nos falta fe. Es tiempo de confiar y orar; la oración es la llamada de auxilio que no falla, es el grito: ¡SÁLVAME SEÑOR! que nos hace aferrarnos a la mano de Jesús, que nunca nos dejará hundir si nos agarramos a Él, porque las dudas comienzan cuando confiamos en nuestra propia fuerza, y no en el poder de Dios.
INA O.P.
