
Un día soleado, un autobusete , un guía , un instructor ; un grupo de niños con esa alegría fresca y bulliciosa que contagia .
Todos querían entrar al mismo tiempo; sentarse y salir al mismo tiempo; rápidamente, camino a la aventura maravillosa que se les ofrecía y que cada uno imaginaba a su manera, pero siempre siendo el héroe .
En el grupo se destacaban dos. Uno el mejor en los deportes; el otro, todo menos brillante deportista ; iba al entrenamiento para escalar montañas , mandado por su padre, que fue el mejor en ese deporte en su tiempo, y esperaba de su hijo, que fuese igual que él. Le espantaba que su hijo no lo fuese . Se llaman : Roberto y Andrés . Roberto : orgulloso, despreciativo, altivo, prepotente . Andrés: es el más inteligente del grupo, muy calladito , con unos ojos que brillan de pura inocencia y bondad.
El viaje hasta llegar a la montaña fue de tanta emoción que la fantasía se desbordaba en ellos . Llegaron con la luz del sol. Primera emoción recoger la leña para la gran fogata de la noche. Salió una hermosa luna llena. Todos se sentaron alrededor de la gran fogata, morral en mano , para sacar de él, el tesoro oculto que cada uno llevaba.
Comenzó la muestra: una brújula, una cuerda de nylon, unos zapatos con clavos, un celular; así seguían mostrando sus tesoros hasta que le llegó el turno a Roberto; todo un momento de suspenso… Roberto sacó de su morral su más preciado tesoro, su pico mágico de escalador; él lo llamaba mágico porque decía que con ese pico, subía donde el quería y nada le pasaba .
Todos abrieron la boca impresionados ¡un pico mágico! Uno por uno fueron tocando aquel pico; jamás habían visto un pico mágico… era un privilegio tocarlo.
Todos gritaron: Andrés, ¿qué traes tú? Andrés abrió su morral y con inmenso orgullo sacó un inmenso Rosario que le había hecho su abuelo. Aquel enorme Rosario le ocupaba más de medio morral; él con la admiración que sintió viendo a su abuelo perforar aquellas semillas que había lavado y guardado, después de comerse aquellos deliciosos duraznos y además ver la habilidad con que su abuelo torcía los alambres y las iba ensartando y rezando al mismo tiempo , hasta regalárselo; los picos mágicos se quedaban tontos ante todo esto, con orgullo lo mostró .
Imagínense el asombro , las burlas, las carcajadas, de todos aquellos “grandes escaladores” frente a ese enorme Rosario de semillas de durazno que Andrés les mostraba. Su inteligencia y bondad le permitía comprenderlos, eran sus amigos; ellos nunca habían visto un Rosario tan grande, por eso, las burlas no lo enfadaron.
Roberto era mal intencionado, y muy dentro de él, envidiaba la gran inteligencia de Andrés. Al retirarse todos para irse a dormir; al pasar Andrés frente a Roberto éste con disimulo estiró la pierna, haciendo que Andrés cayera sobre los leños aun muy calientes. Con el peso del Rosario, el morral se balanceó, cayendo Andrés sobre él sin quemarse, sólo el morral se chamuscó un poco. Roberto le dio la mano, lo levantó; en sus ojos de niño había miedo y angustia, pero nada se dijeron .
Al día siguiente… ¡qué mañana tan bella! ¡qué sol tan brillante! Ese día recorrerían toda la zona para conocer los sitios menos peligrosos donde se realizarían las pruebas y la competencia.
Recomendación numero uno, no dispersarse, mantenerse siempre cerca todo el grupo. Salieron corriendo; Roberto no salió corriendo, el buscaba un sitio peligroso para escalar, le parecía mucho más interesante .
Andrés que admiraba la valentía de Roberto caminaba junto a él, que al inclinarse desafiante para ver mejor el sitio, perdió el equilibrio junto con su pico mágico.
El pico se fue al vacío, Roberto tuvo la suerte de encontrar una piedra saliente que lo sostuvo y donde pudo pararse con la espalda apoyada en la pared pero sin permitirle hacer el más mínimo movimiento, sintiendo un miedo terrible, faltándole además su pico mágico, solo podía balbucir: auxilio, auxilio, la voz le salía tan débil.
El buen amigo que lo vio resbalar , antes de que pidiera auxilio, había buscado una estaca y con una piedra haciendo las veces de martillo, la clavaba fuertemente en la tierra , cerciorándose de que estuviera bien firme y bien enterrada. Saco el Rosario de su morral , se lo colocó a la estaca como si fuera un collar y se lo lanzó a Roberto, dejándolo caer delante de él diciéndole: no temas Roberto, agárrate con las dos manos del Rosario, no lo sueltes, que él no te soltará, no tengas miedo, voy por ayuda. Llegaron al instante, el instructor, el guía, los compañeros. Rescataron a Roberto quien no tenía ni una sola herida en su cuerpo.
Roberto con los ojos llenos de lágrimas se abrazó a Andrés diciéndole: gracias amigo, tu Rosario fue mucho más que un pico mágico; al tocarlo yo sentí una fuerza muy grande que me cuidaba del peligro en que me encontraba. Pensé en la Santísima Virgen y le pedí que me acompañara y me salvara.
Esa noche todos alrededor de la hoguera rezamos el Santo Rorario. Al día siguiente comenzó la competencia que duró tres días . Roberto ganó el primer lugar, Andrés en honor a su padre hizo lo que pudo, pero quedó de último . Roberto se acercó a Andrés , le entregó el premio diciéndole: es tuyo. Tú y el Rosario son los ganadores. Me salvaron la vida.
De regreso cansados y felices ; Andrés se abrazó a su abuelo que lo esperaba. Todos rodearon al anciano y le contaron lo que había pasado. El abuelo con lágrimas en los ojos dijo : ¡Ese es mi nieto!
Felices los que ponen su confianza en Dios y no se averguenzan de mostrar su fe y vivir de acuerdo a lo que Jesús nos enseña.
Filotea O.P.
